lunes, 26 de septiembre de 2011

ES EL MOMENTO, PALESTINA

Para las decisiones importantes, en la vida como en la política, a veces da la impresión de que nunca es el momento adecuado. O lo es siempre.

Eso debió valorar "Abu Mazen", el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, en reiteradas ocasiones durante los últimos años. Segura estoy que lo consultó con su partido, con su familia y hasta con la almohada. Y llegó a la conclusión de que el pasado viernes era el día indicado. La primera vez que plantearía ante Naciones Unidas el reconocimiento de Palestina como Estado.

La mayoría de los líderes presentes en la Asamblea General ovacionaron su discurso. Y ayer fue recibido como un héroe a su llegada a Ramala. La iniciativa de Abbas, rechazada por Estados Unidos e Israel, entre otros, tiene una importancia que trasciende el reconocimiento en sí del Estado Palestino. 

Es un desafío a Estados Unidos, que trató en reiteradas ocasiones de impedir lo que critica de "declaración unilateral". También es una manera de mostrar firmeza ante el vecino Israel. Al primero, Abbas le ha dejado claro que el pueblo palestino ya no quiere ni puede esperar más. A pesar de los esfuerzos diplomáticos y de los enviados especiales para mediar en el conflicto. Al segundo, le ha transmitido que la necesidad israelí de preservar su seguridad no es más importante que el derecho de los palestinos a tener su propio Estado. 

Pero lo más importante del gesto de Abbas es que se ha afianzado como un líder con legitimidad ante los palestinos. Algo de lo que habían carecido desde la división del territorio entre Fatah y Hamas en 2007 y, sobre todo, desde la muerte del carismático Yasir Arafat.

El mismísimo presidente israelí, Shimon Peres, ha elogiado a Abbas, a quien ha calificado como el mejor presidente que Israel pueda tener como socio. Y el exprimer ministro Ehud Olmert escribía hace unos días un artículo en el New York Times titulado "Peace Now, or Never", en el que advertía sobre que si palestinos e israelíes no llegan a un acuerdo ahora, las consecuencias serán desastrosas para ambos lados. Olmert nos recuerda además que los principales puntos para alcanzar la paz ya están sobre la mesa hace tiempo.

Conozco la situación geográfica de Israel, rodeado de países árabes, y su necesidad inquebrantable, incluso entendible históricamente, de defender su seguridad. Incluso al margen de esto, el terrorismo, en cualquiera de sus formas, debe cesar. También me consta que los palestinos no aceptaron el Plan de la ONU para la Partición de Palestina en 1947, lo que les hubiera permitido tener su propio estado. Además, sé que la política en el Medio Oriente se parece en cierta medida al regateo en un mercadillo, donde si quieres pagar 10, tienes que ofrecer 2 (de ahí la intransigencia de ambas partes en algunos aspectos).

Pero lo cierto es que ni el debate de estos factores ni las negociaciones en sí mismas han dado resultado en los últimos 65 años. Es más, la situación sigue empeorando día a día en esta región sacudida por el conflicto. Y créanme, los palestinos lo sufren más porque son más pobres y la desigualdad de fuerzas con el férreo y excesivo Ejército israelí es innegable. Pero en los israelíes se ve también la cara de la guerra. Cuando en cada restaurante, en cada centro comercial, te revisan el coche y tus pertenencias. Cuando las madres llevan a sus hijos a la escuela en zonas fronterizas con los territorios palestinos y dudan de si les caerá un cohete.

Por eso ha llegado el momento de ceder y de arriesgarse. El camino no será fácil, seguro, pero el resultado puede ser algo tan valioso como la Paz. Una paz en la que yo todavía creo, a pesar de todo. Y para ello, urge la creación del Estado Palestino. Además, si todos los actores implicados están de acuerdo en la solución de los dos estados, ¿para qué esperar más?