martes, 8 de mayo de 2012

sábado, 31 de diciembre de 2011

EL MUNDO ESTÁ DE PIE

Se termina el año y nos da por ponernos a hacer listas. Los personajes públicos más destacados, nuestros objetivos alcanzados, los propósitos para los próximos 365 días… La lista de listas es extensísima y nos demuestra que necesitamos encapsular el tiempo en ciclos que nos permitan analizar mejor el mundo que nos rodea, así como nuestra propia existencia. Por supuesto hay años en los que la lista resulta más interesante que otros. Y en lo que a hechos relevantes se refiere, éste ha sido un año importantísimo para la humanidad. Todavía no somos conscientes de hasta qué punto. 

Hace algunas semanas, la revista Time elegía en su portada a la figura del año: “The protester”. Y aunque la imagen correspondía a una estadounidense partícipe del movimiento Occupy Wall Street, la publicación hacía extenso su titular a todos aquellos que durante 2011 salieron a las calles a protestar. Porque no sé si se han dado cuenta, pero éste ha sido el año de las movilizaciones. Incluso me atrevería a decir que es la primera vez que éstas se producen con un efecto dominó de semejante envergadura en tantos países.  

Los precursores de la nueva realidad social fueron –sorprendentemente para muchos- los árabes. Desde Túnez hasta Yemen, pasando por Egipto y Libia, los ciudadanos le han dado varias lecciones al mundo. Por un lado nos han recordado el poder que tiene el pueblo cuando logra unirse y perseverar en su causa. Pero además nos han demostrado a los occidentales, que nos las damos de ser pioneros en todo, que esta vez Oriente nos lleva la avanzadilla. Por desgracia, tanto en el norte de África como en Oriente Medio -cabe destacar la grave situación que atraviesa Siria- mucha sangre está siendo derramada. Pero no es una lucha en vano, como lo demuestra la caída de cuatro dictadores en tan solo unos meses. Logros que de alguna manera honran la memoria de aquéllos que perdieron su vida en el intento. Y pese al dolor, la madre de Mohammed Bouazizi está orgullosa de que su hijo desatara el movimiento que ahora conocemos como primavera árabe.

Un movimiento en el que sin duda alguna las redes sociales han tenido un papel preponderante. Y no solo por su poder de convocatoria, que ha hecho que las revueltas se convirtieran en un torbellino gracias a herramientas como Facebook y Twitter. Sino también porque han logrado vencer la férrea censura impuesta por los regímenes dictatoriales y dar a conocer la represión que se está produciendo en países como Siria, donde está prohibida la entrada de periodistas. Éste es el verdadero poder de las revoluciones 2.0.: son imparables.

Como decía, son muchos los puntos donde la gente ha tomado las calles para hacer oír su voz. En América Latina, tal vez el ejemplo más claro sea el de los estudiantes chilenos, que han puesto en jaque al gobierno de Sebastián Piñera para reclamar una educación pública gratuita. Paralelamente, en el viejo continente, mientras se sucedían las huelgas contra las medidas de ajuste en Grecia, nacía el movimiento 15M en España, un país con más del 20% de desempleo. Los indignados se extendieron como un manto de descontento por toda Europa e incluso llegaron a Israel, donde la población, cansada de tanta guerra, clama también por mejoras sociales. Ni siquiera la primera potencia mundial, Estados Unidos, ha quedado a resguardo de la ola de descontento, como lo demuestra el movimiento Occupy Wall Street.   

Lo verdaderamente interesante es que la coyuntura de los países aludidos es muy diversa. Mientras en el mundo árabe los ciudadanos piden más apertura en sus regímenes y aspiran a alcanzar una democracia, en Occidente los indignados, disconformes con sus democracias, reclaman un sistema más transparente y menos abusivo. Es evidente que el componente económico, como siempre, es uno de los ejes centrales de la crisis social que atravesamos. De hecho, si buscáramos un denominador común en todas las protestas, éste sería la frustración que genera el hecho de no tener expectativas de futuro. Una situación que se agrava en los países árabes, donde la mayoría de la población la forman los jóvenes. En todo caso, y aunque los reclamos varíen en función del contexto, empezamos a ver que la gente no está conforme con el sistema y ha decidido movilizarse.

El mundo está de pie, como si de repente hubiera tomado conciencia del letargo en el que ha estado sumido. Un largo período durante el cual algunos han aprovechado para satisfacer sus intereses en detrimento del resto. Por fin hemos tomado conciencia de que el poder está en todos y cada uno de nosotros. Y lo más importante: que debemos ejercerlo.

lunes, 26 de septiembre de 2011

ES EL MOMENTO, PALESTINA

Para las decisiones importantes, en la vida como en la política, a veces da la impresión de que nunca es el momento adecuado. O lo es siempre.

Eso debió valorar "Abu Mazen", el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, en reiteradas ocasiones durante los últimos años. Segura estoy que lo consultó con su partido, con su familia y hasta con la almohada. Y llegó a la conclusión de que el pasado viernes era el día indicado. La primera vez que plantearía ante Naciones Unidas el reconocimiento de Palestina como Estado.

La mayoría de los líderes presentes en la Asamblea General ovacionaron su discurso. Y ayer fue recibido como un héroe a su llegada a Ramala. La iniciativa de Abbas, rechazada por Estados Unidos e Israel, entre otros, tiene una importancia que trasciende el reconocimiento en sí del Estado Palestino. 

Es un desafío a Estados Unidos, que trató en reiteradas ocasiones de impedir lo que critica de "declaración unilateral". También es una manera de mostrar firmeza ante el vecino Israel. Al primero, Abbas le ha dejado claro que el pueblo palestino ya no quiere ni puede esperar más. A pesar de los esfuerzos diplomáticos y de los enviados especiales para mediar en el conflicto. Al segundo, le ha transmitido que la necesidad israelí de preservar su seguridad no es más importante que el derecho de los palestinos a tener su propio Estado. 

Pero lo más importante del gesto de Abbas es que se ha afianzado como un líder con legitimidad ante los palestinos. Algo de lo que habían carecido desde la división del territorio entre Fatah y Hamas en 2007 y, sobre todo, desde la muerte del carismático Yasir Arafat.

El mismísimo presidente israelí, Shimon Peres, ha elogiado a Abbas, a quien ha calificado como el mejor presidente que Israel pueda tener como socio. Y el exprimer ministro Ehud Olmert escribía hace unos días un artículo en el New York Times titulado "Peace Now, or Never", en el que advertía sobre que si palestinos e israelíes no llegan a un acuerdo ahora, las consecuencias serán desastrosas para ambos lados. Olmert nos recuerda además que los principales puntos para alcanzar la paz ya están sobre la mesa hace tiempo.

Conozco la situación geográfica de Israel, rodeado de países árabes, y su necesidad inquebrantable, incluso entendible históricamente, de defender su seguridad. Incluso al margen de esto, el terrorismo, en cualquiera de sus formas, debe cesar. También me consta que los palestinos no aceptaron el Plan de la ONU para la Partición de Palestina en 1947, lo que les hubiera permitido tener su propio estado. Además, sé que la política en el Medio Oriente se parece en cierta medida al regateo en un mercadillo, donde si quieres pagar 10, tienes que ofrecer 2 (de ahí la intransigencia de ambas partes en algunos aspectos).

Pero lo cierto es que ni el debate de estos factores ni las negociaciones en sí mismas han dado resultado en los últimos 65 años. Es más, la situación sigue empeorando día a día en esta región sacudida por el conflicto. Y créanme, los palestinos lo sufren más porque son más pobres y la desigualdad de fuerzas con el férreo y excesivo Ejército israelí es innegable. Pero en los israelíes se ve también la cara de la guerra. Cuando en cada restaurante, en cada centro comercial, te revisan el coche y tus pertenencias. Cuando las madres llevan a sus hijos a la escuela en zonas fronterizas con los territorios palestinos y dudan de si les caerá un cohete.

Por eso ha llegado el momento de ceder y de arriesgarse. El camino no será fácil, seguro, pero el resultado puede ser algo tan valioso como la Paz. Una paz en la que yo todavía creo, a pesar de todo. Y para ello, urge la creación del Estado Palestino. Además, si todos los actores implicados están de acuerdo en la solución de los dos estados, ¿para qué esperar más?

jueves, 25 de agosto de 2011

ESTAMOS SOLOS

Hay tantas veces en la vida en que uno no sabe qué hacer… Cómo reaccionar ante tal o cual comentario, cómo actuar con ciertas personas, cómo hacer frente a una situación. Las posibilidades son infinitas. Y se repite la pregunta: ¿qué hago?

Ante la impotencia, me da por soñar con una guía adaptada de soluciones (es estúpido, lo sé) o con alguien que con su sabiduría me pueda aconsejar. A veces incluso existe esa persona, y aunque no me dé la clave, me ayuda. Ya es mucho. 

Pero la verdadera decisión recae sobre mí. De hecho, cuando alguien se toma la molestia de reflexionar sobre mi situación para luego recomendarme qué debo hacer, no me sirve. Y sin embargo, la ausencia de esa ayuda me angustia. ¿Eterna insatisfecha? No. Es algo más complejo aún –si cabe. O muy sencillo: estamos solos.

jueves, 14 de julio de 2011

EXTRATERREIDAD O VIENTO ZONDA

(Claudio Gutiérrez / Los Andes)
Ramas caídas, hojas arrojadas deliberadamente, polvo, tierra, bochorno… El viento Zonda ha bajado y está entre nosotros. A muchos los altera: les duele la cabeza, se les reseca la garganta y hasta les baja la presión. Incluso está comprobado que hay más accidentes de tráfico por el nerviosismo que provoca. A la mayoría nos recluye en casa. Y sin embargo, estamos en pleno invierno y hace calor. En apenas unas horas la temperatura ha aumentado casi 20º.

Este particular fenómeno es un viento caliente y seco que sopla en el occidente de la Argentina. Y según he leído es similar al fohen de los Alpes Europeos, al chinook de las Montañas Rocosas en Estados Unidos y Canadá, al berg-wind de Sudáfrica o al norwesterly de Nueva Zelanda. El viento Zonda se produce por el ascenso de aire húmedo desde el Océano Pacífico. En su origen es un viento frío, que trepa por la Cordillera de Los Andes para bajar después al llano del oeste argentino. Durante ese descenso gana temperatura y nos llega, como hoy a Mendoza, arrastrando todo tipo de suciedad.

Recuerdo que la primera vez que viví un viento Zonda me quedé absorta contemplando el cielo y la extraña luz que emanaba. Blanca al principio, luego naranja. Y terminó tornándose azul pitufo cuando cayó la noche. Fue entonces cuando sentí la extraterreidad, la sensación de estar en Marte o en cualquier sitio, menos en la Tierra. Ni siquiera sabía que había que cerrar las ventanas. Al contrario, hacía tanto calor que las mantuve abiertas a cal y canto.   

Ahora ya sé que el Zonda barre las calles incluso de gente y repercute en las actividades cotidianas. Hoy ni siquiera las selecciones de Chile y Perú, que se encuentran en la provincia por la Copa América, han podido entrenar. El motivo: el viento Zonda y las ráfagas de más de 75km/h que ha traído consigo. Y lo peor de todo es el después… Porque una vez se va, regresa el frío; la cruda realidad invernal. Fin de la extraterreidad.

lunes, 4 de julio de 2011

¿ATENTADO EN TAILANDIA?

Hoy he visto que varios canales de televisión daban la noticia de un atentado ocurrido el viernes en Narathiwat, en el sur de Tailandia. Los periodistas apenas hablaban del hecho en sí, limitándose a mostrar las impactantes imágenes. Y es que las cámaras de seguridad habían captado el instante en que explotaba un coche, justo cuando un experto en bombas inspeccionaba el vehículo sospechoso. De la víctima solo se decía que había logrado sobrevivir –dato igualmente impactante- y se “deducía” que estaría grave.

Poco importaba hablar de la autoría del atentado, que ciertamente aún no ha sido reivindicado, o del parte médico del especialista, que en realidad sufrió lesiones leves. Mucho menos relevante es, parece, que el lamentable hecho se produjera dos días antes de las elecciones generales en Tailandia.

Es verdad que en televisión prima la imagen y que los tiempos a menudo no dan margen para contextualizar en profundidad las noticias. Pero entre eso y la falta de rigor periodístico que he presenciado hoy hay un abismo.

A propósito del tema, me he acordado de una asignatura que cursé en París llamada “Les médias et l’indifférence” (“Los medios y la indiferencia”). En ella, tratamos sobre cómo los medios, al mostrar de forma constante y descontextualizada hechos violentos, terminan generando en las personas una absoluta indiferencia.

El riesgo que corremos entonces es terminar por banalizarlo todo, olvidándonos de que los periodistas tenemos la responsabilidad de ofrecer herramientas para que el televidente comprenda mejor la realidad que lo rodea. En un noticiero, sobre todo cuando se trata de temas serios, la gente espera eso, noticias. No una charla de café que ya puede mantener con sus amigos, vecinos o familiares. Y aunque existe una agenda de temas que también nos condiciona, está en cada uno decidir si llevamos eso a las últimas consecuencias. Dicho de otro modo: si adaptamos el periodismo al medio televisivo o si convertimos a ambos en un circo.

lunes, 20 de junio de 2011

EN LA INTIMIDAD DE MENDOZA

Creo que nunca he visto una ciudad tan frondosa como Mendoza. Uno tarda cierto tiempo en comprender cómo puede haber tantos árboles en este lugar, ubicado en el desierto. Solo se puede explicar a través de un aprovechamiento inteligente de los recursos, que ha hecho de esta hermosa localidad, un vergel.

La zona donde está fundada presenta un clima semidesértico y su provisión de agua únicamente es posible en los oasis, donde los ríos que bajan de las cumbres de la cordillera de Los Andes derraman sus torrentes de agua. Para asegurar su llegada a toda la urbe, se construyeron acequias, ese elemento tan característico de Mendoza, encargadas de regar los árboles a los costados de las calles.

El resultado es un paisaje lleno de verde que culmina con un parque artificial de más de 500 hectáreas y que lleva el nombre del venerado Libertador de América, el General San Martín.

Cuando uno pasea por la calle, se siente siempre observado por todos esos árboles, que se abrazan por encima de las cabezas de los transeúntes. Hay que admitir que le brindan un toque distinguido a esta ciudad burguesa. Pero además dan oxígeno y crean un manto protector durante el tórrido verano.

Si hablamos de cómo escapar de las altas temperaturas, los mendocinos han desarrollado un mecanismo mucho más eficaz: la siesta. Esa actividad de poco desgaste físico que le permite a uno permanecer en su cama en las primeras horas de la tarde. No les falta razón y no se les puede acusar de vagos: precisamente después de comer, entre las dos y las cinco, es cuando hace más calor. Y la vida se hace imposible en el exterior. Como el verano es largo y a la siesta se le agarra el gusto rápido, la costumbre se extiende durante todo el año y es una de las etapas del día: “Iré a tu casa en la siesta”, como quien dice “por la mañana” o “por la noche”. Además, todos saben que en ese horario las calles están desiertas y los comercios, es evidente: cerrados.

Los mendocinos son amables y es fácil interactuar con ellos. Como sucede en buena parte de América del Sur, aquí a la gente todavía le preocupa el ser humano que tiene al lado; todavía se miran a los ojos. Por eso, si alguna vez te subes al micro y te falta una moneda, como me pasó una vez, no solo habrá alguien que repare en ello sino que probablemente te ofrecerá ayuda.

Cabe destacar a algunas figuras típicas del paisaje mendocino: el cafetero, el lustra zapatos, la “floristera” e incluso los verduleros. El primero es el que más madruga, pues la ciudad empieza a despertarse a las seis de la mañana y ya entonces hay quien necesita de un buen café calentito para arrancar la jornada. Por lo general, el cafetero también tiene facturas y te vende ambas cosas por dos o tres pesos. Tan característica es su presencia, que en el noticiero donde trabajo hemos hecho varias conexiones con Carlitos, uno de muchos, que ha llegado incluso a cantar en vivo para nosotros. Todo un personaje.

La relación entre el lustra zapatos y sus clientes también es digna de mención. Ubicados en las calles más céntricas, como la Peatonal o la avenida San Martín, siempre se les ve charlando animadamente con los señores a quienes les abrillantan el calzado. La escena, si uno se para a pensarla, es curiosa: un señor arrodillado a los pies de otro. Una jerarquía muy gráfica que sin embargo no parece interponerse en la conversación. Y me aventuro a afirmar que se genera un gran vínculo entre ambos.

Las flores y las verduras también colorean el paisaje. Yo tengo una relación amistosa con la verdulera de la esquina de mi casa. Y sé que cuando paso un tiempo sin ir se preocupa, ya sea porque no sabe de mí; ya sea porque teme que le compre a otra. Cuando voy siempre charlamos un rato y me cuenta cómo toda la familia se turna para trabajar en el puestito, situado en la calle Belgrano, y poder mantenerlo abierto desde bien temprano hasta pasadas las nueve de la noche. Recuerdo también cuando volvió de las vacaciones y me explicó cómo todos se acomodaron para hacer planes que fueran atractivos tanto para ella y su marido como para sus hijos, de edades variadas. Me enternecen profundamente estas historias de familia unida y el brillo de sus ojos cuando me las relata. Y me sigue sorprendiendo cuando no me cobra un ramillete de albahaca, porque de donde yo vengo te hacen pagar hasta por el aire que respiras… 

Las imponentes montañas a lo lejos; el huemante olor del asado -exquisito-; el placer de paladear un buen Malbec o un Cabernet, según el gusto; las empanadas crujientes… Son retazos de una Mendoza y de sus gentes, que me han abierto sus puertas y me han acogido como a una hija. El agradecimiento es profundo y sé que siempre llevaré conmigo a esta tierra.