jueves, 14 de julio de 2011

EXTRATERREIDAD O VIENTO ZONDA

(Claudio Gutiérrez / Los Andes)
Ramas caídas, hojas arrojadas deliberadamente, polvo, tierra, bochorno… El viento Zonda ha bajado y está entre nosotros. A muchos los altera: les duele la cabeza, se les reseca la garganta y hasta les baja la presión. Incluso está comprobado que hay más accidentes de tráfico por el nerviosismo que provoca. A la mayoría nos recluye en casa. Y sin embargo, estamos en pleno invierno y hace calor. En apenas unas horas la temperatura ha aumentado casi 20º.

Este particular fenómeno es un viento caliente y seco que sopla en el occidente de la Argentina. Y según he leído es similar al fohen de los Alpes Europeos, al chinook de las Montañas Rocosas en Estados Unidos y Canadá, al berg-wind de Sudáfrica o al norwesterly de Nueva Zelanda. El viento Zonda se produce por el ascenso de aire húmedo desde el Océano Pacífico. En su origen es un viento frío, que trepa por la Cordillera de Los Andes para bajar después al llano del oeste argentino. Durante ese descenso gana temperatura y nos llega, como hoy a Mendoza, arrastrando todo tipo de suciedad.

Recuerdo que la primera vez que viví un viento Zonda me quedé absorta contemplando el cielo y la extraña luz que emanaba. Blanca al principio, luego naranja. Y terminó tornándose azul pitufo cuando cayó la noche. Fue entonces cuando sentí la extraterreidad, la sensación de estar en Marte o en cualquier sitio, menos en la Tierra. Ni siquiera sabía que había que cerrar las ventanas. Al contrario, hacía tanto calor que las mantuve abiertas a cal y canto.   

Ahora ya sé que el Zonda barre las calles incluso de gente y repercute en las actividades cotidianas. Hoy ni siquiera las selecciones de Chile y Perú, que se encuentran en la provincia por la Copa América, han podido entrenar. El motivo: el viento Zonda y las ráfagas de más de 75km/h que ha traído consigo. Y lo peor de todo es el después… Porque una vez se va, regresa el frío; la cruda realidad invernal. Fin de la extraterreidad.

lunes, 4 de julio de 2011

¿ATENTADO EN TAILANDIA?

Hoy he visto que varios canales de televisión daban la noticia de un atentado ocurrido el viernes en Narathiwat, en el sur de Tailandia. Los periodistas apenas hablaban del hecho en sí, limitándose a mostrar las impactantes imágenes. Y es que las cámaras de seguridad habían captado el instante en que explotaba un coche, justo cuando un experto en bombas inspeccionaba el vehículo sospechoso. De la víctima solo se decía que había logrado sobrevivir –dato igualmente impactante- y se “deducía” que estaría grave.

Poco importaba hablar de la autoría del atentado, que ciertamente aún no ha sido reivindicado, o del parte médico del especialista, que en realidad sufrió lesiones leves. Mucho menos relevante es, parece, que el lamentable hecho se produjera dos días antes de las elecciones generales en Tailandia.

Es verdad que en televisión prima la imagen y que los tiempos a menudo no dan margen para contextualizar en profundidad las noticias. Pero entre eso y la falta de rigor periodístico que he presenciado hoy hay un abismo.

A propósito del tema, me he acordado de una asignatura que cursé en París llamada “Les médias et l’indifférence” (“Los medios y la indiferencia”). En ella, tratamos sobre cómo los medios, al mostrar de forma constante y descontextualizada hechos violentos, terminan generando en las personas una absoluta indiferencia.

El riesgo que corremos entonces es terminar por banalizarlo todo, olvidándonos de que los periodistas tenemos la responsabilidad de ofrecer herramientas para que el televidente comprenda mejor la realidad que lo rodea. En un noticiero, sobre todo cuando se trata de temas serios, la gente espera eso, noticias. No una charla de café que ya puede mantener con sus amigos, vecinos o familiares. Y aunque existe una agenda de temas que también nos condiciona, está en cada uno decidir si llevamos eso a las últimas consecuencias. Dicho de otro modo: si adaptamos el periodismo al medio televisivo o si convertimos a ambos en un circo.